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martes, 18 de junio de 2024

ESCLEROSIS LATERAL AMIOTRÓFICA (ELA)


El 21 de junio se conmemora el Día Mundial contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) una enfermedad degenerativa y progresiva del Sistema Nervioso Central (SNC).

La ELA es una enfermedad de rápida evolución, que afecta a funciones tan básicas como la movilidad, la deglución, la comunicación y la respiración, deteriorando tremendamente la calidad de vida y la autonomía de los pacientes, con un alto grado de dependencia y sufrimiento y una gran carga familiar y sociosanitaria.

La ELA es por su prevalencia, junto con la enfermedad de Alzheimer y la de Parkinson, una de las tres entidades neurodegenerativas principales.

La edad media de inicio se sitúa hacia el final de la sexta década de la vida, entre los 55 y los 65 años, con un intervalo muy amplio, desde los 15 a los 90 años. Su frecuencia se incrementa con la edad hasta los 75 años y luego parece estabilizarse.

El origen de la enfermedad se supone multifactorial pero no tiene hoy por hoy una etiología conocida en la mayoría de los casos. A pesar de ello, se han identificado algunos factores de riesgo asociados como los genéticos y ambientales.

Su diagnóstico es fundamentalmente clínico y al igual que en otras patologías se basa en la anamnesis, la exploración física y la ayuda de diferentes pruebas complementarias especialmente el estudio electromiográfico. No existe en la actualidad ningún marcador biológico de uso generalizado que permita asegurar o descartar por completo el diagnóstico.

La ELA es una enfermedad del SNC, caracterizada por una degeneración progresiva de las neuronas motoras en la corteza cerebral (neuronas motoras superiores), tronco del encéfalo y médula espinal (neuronas motoras inferiores). La consecuencia es una debilidad muscular que avanza hasta la parálisis, extendiéndose de unas regiones corporales a otras.

Amenaza la autonomía motora, la comunicación oral, la deglución y la respiración, aunque se mantienen intactos los sentidos, el intelecto y los músculos de los ojos.

El paciente necesita cada vez más ayuda para realizar las actividades de la vida diaria, se vuelve más dependiente y habitualmente fallece por insuficiencia respiratoria en un plazo de 2 a 5 años, aunque en el 10% de los casos la supervivencia es superior.

En términos generales, el 50% de los pacientes fallecen en los primeros 3 años desde el inicio del cuadro. Los cambios introducidos en la asistencia a las personas afectadas con ELA en los últimos años han mejorado significativamente la supervivencia a 5 años.



EL TRATAMIENTO SINTOMÁTICO:

En ausencia de un tratamiento etiopatogénico que cure o haga crónica la enfermedad, la máxima atención se debe prestar al abordaje sintomático.

Este concepto incluye el alivio o la mejora de cualquier síntoma tratable, la prevención de complicaciones que agraven la situación y la instauración de medidas o procedimientos que tiendan a mantener la autonomía del paciente y su calidad de vida el mayor tiempo posible.

Este tratamiento integral y multidisciplinar se inicia en el momento de comunicar el diagnóstico a la persona afectada con ELA y a sus familiares y continúa hasta el final del proceso.


LOS SÍNTOMAS QUE DEBEN SER TRATADOS:

Los síntomas atribuibles a la ELA que deben ser paliados son: debilidad y atrofia, discapacidad funcional, espasticidad, calambres y fasciculaciones, labilidad emocional, disartria, disfagia, espasmo laríngeo, disnea e insuficiencia ventilatoria.

Los síntomas indirectos que deben ser tratados son: las alteraciones del sueño y emocionales, fatiga, sialorrea, secreciones mucosas espesas, edemas de piernas, estreñimiento y dolor.


LOS EQUIPOS MULTIDISCIPLINARES:

La asistencia de los diversos síntomas que va a presentar el paciente a lo largo de su enfermedad requiere la intervención de especialistas en diferentes disciplinas.

La situación ideal es la formación de un equipo multidisciplinar, integrado y coordinado, que prevenga o aborde los problemas con prontitud, evite desplazamientos y esperas contraproducentes, y facilite la intercomunicación entre los especialistas.

El equipo multidisciplinar debe estar formado por: neurólogo, personal de enfermería, psicólogo, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional y logopeda que trabajen estrechamente con los pacientes, con la colaboración del trabajador social, neumólogo, gastroendoscopista, nutricionista, rehabilitador y estomatólogo.

Un equipo multidisciplinar es capaz de evaluar el estado de salud del enfermo y desarrollar un plan personalizado para satisfacer las necesidades del paciente y del cuidador. Una atención multidisciplinar bien hecha mejora la calidad de vida y la supervivencia de los pacientes.


LA INTERVENCIÓN LOGOPÉDICA:

El logopeda como integrante del equipo multidisciplinar, tiene la misión de intervenir desde que se manifiestan los primeros trastornos en la comunicación (habla y lenguaje), la deglución y la función respiratoria en los pacientes con ELA.

Siendo la ELA una enfermedad neurodegenerativa, el abordaje debe estar enfocado a ralentizar su deterioro progresivo, potenciar las funciones preservadas y tratar los síntomas de forma temprana en cada etapa de la enfermedad.

El trabajo con estas personas desde la Logopedia supone un reto para cualquier profesional, ya que los pacientes valoran el habla como la función más valiosa que pueden perder. Por este motivo, la o el logopeda interviene desde los primeros síntomas de trastornos del habla (disartria) para enseñar a utilizar las capacidades musculares bucofaríngeas, tanto para el habla como para la deglución (disfagia) en cada momento de la enfermedad.

En el tratamiento logopédico de la disartria y la disfagia se debe incluir al familiar y/o la persona cuidadora del paciente con ELA.

En los casos donde el habla se hace ininteligible o ausente (anartria), es indispensable la implementación de un Sistema Aumentativo y/o Alternativo de Comunicación (SAAC) adaptado al usuario y a sus circunstancias personales, laborales y socioeconómicas.

El trabajo multidisciplinar y la atención integral al paciente con ELA ayuda a prolongar su capacidad funcional, favorece su calidad de vida y el bienestar subjetivo, al igual que a las personas de su entorno.



LOS ENSAYOS CLÍNICOS EN ELA:

Desde los años 80 se vienen realizando ensayos clínicos con diferentes dianas terapéuticas a la luz de la investigación sobre la patogenia de la enfermedad. Más de 70 moléculas han sido probadas, pero hasta hoy, sólo el fármaco Riluzol en 1995 y más recientemente el antioxidante Edaravone, en 2017 (No en Europa), han sido aprobados para el tratamiento de la ELA.

En la actualidad, son numerosos los investigadores a nivel global que continúan trabajando por la ELA. Las personas que la padecen ven con esperanza dichas investigaciones que son un avance significativo en el tratamiento de esta enfermedad neurodegenerativa.


LA IMPORTANCIA DE LAS ASOCIACIONES:

Las asociaciones dan visibilidad a la enfermedad, apoyo a pacientes y familiares y diversos servicios asistenciales en la medida de sus posibilidades, complementando los disponibles a nivel del sistema socio-sanitario público.

La primera asociación de pacientes de ELA, creada en los años 90, fue ADELA que actualmente sigue activa, es de ámbito nacional y tiene su sede en Madrid. Posteriormente se han ido creando otras asociaciones con el mismo fin en las diferentes comunidades autónomas de España.

En 2002 se crea FUNDELA como fundación para el fomento de la investigación en la ELA. Entre sus fines está la financiación de proyectos de investigación, divulgación científica actualizada y campañas de sensibilización social.

En 2016 se creó la FUNDACIÓN LUZÓN con un doble objetivo: colaborar en la mejora de la calidad de vida de los pacientes de ELA y apoyo a la investigación.



LAS REPERCUSIONES PSICOLÓGICAS, FAMILIARES Y SOCIALES DE LA ELA:

Al ser la ELA una de las consideradas enfermedades raras, existe desconocimiento social y muchas veces profesional. Esto, junto al hecho de ser grave, degenerativa e invalidante, hace que sea una enfermedad que genera muchas veces en los afectados una sensación de soledad y de exclusión social, cultural y económica.

Como ocurre con otras enfermedades neurológicas degenerativas, el paciente tiene que afrontar cambios en todas las áreas de su vida.

En relación al proceso terminal es una situación que debe hablarse con el paciente, su familia y la persona cuidadora varios meses antes de que llegue ese momento, para que exista un tiempo de meditar y decidir cómo desean que se desarrolle este delicado proceso.



LA ASOCIACIÓN ELA ANDALUCÍA LANZA UN MENSAJE DE ESPERANZA:

Este año 2024 con motivo del Día Mundial Contra la ELA que se celebra el 21 de junio, ELA ANDALUCÍA hace un llamamiento a la Acción del Gobierno y la Sociedad.

En este sentido, la Asociación ELA Andalucía reivindica un mayor compromiso por parte de los parlamentarios para aprobar una Ley ELA Estatal que atienda de manera adecuada a las 4.000 personas con ELA en España, porque vivir vale la pena, aunque sea con ELA.

En Andalucía, más de 700 personas padecen ELA, una cifra que se mantiene estable y se renueva continuamente con fallecimientos y nuevos diagnósticos, sin embargo, hay motivos para la esperanza.

Gracias a las Unidades Multidisciplinares de ELA en Andalucía y España, la supervivencia de los pacientes ha mejorado un 10% y algunos pacientes sobreviven más de 10 años sin traqueostomía.

Además, muchos investigadores continúan trabajando a través de múltiples ensayos clínicos repartidos por todo el mundo por esta enfermedad idiopática (de causa desconocida).


GLOSARIO DE TÉRMINOS:

DISARTRIA: Trastorno motor del habla de origen neurológico, que suele afectar a varios componentes del habla: respiración, fonación, resonancia, articulación y prosodia.

ANARTRIA: Trastorno motor del habla de origen neurológico, en grado severo, que impide la expresión verbal.

DISFAGIA: Alteración en el transporte del alimento desde la boca hacia el estómago.

TRAQUEOSTOMÍA: Operación quirúrgica consistente en la abertura permanente de la tráquea mediante la incisión de su pared anterior, seguida de la colocación de una cánula.

NEURONA MOTORA SUPERIOR: Neuronas localizadas en la corteza motora (córtex motor primario y áreas premotoras), cuyos axones forman los fascículos córtico-espinal y córtico-bulbar, ejerciendo un control directo o indirecto sobre las neuronas motoras inferiores.

NEURONA MOTORA INFERIOR: Neuronas encargadas de la inervación de los músculos esqueléticos. Se localizan en el tronco encefálico y en la médula espinal. Estas últimas se conocen también como células del asta anterior medular. El conjunto de una neurona motora, su axón que abandona la médula por la raíz anterior y las fibras musculares a las que se dirige, se conoce con el nombre de unidad motora.

COMUNICACIÓN AUMENTATIVA Y ALTERNATIVA: Conjunto de sistemas de signos, estrategias y ayudas técnicas sencillas y de alta tecnología que tienen por objeto incrementar la capacidad comunicativa de las personas con alteraciones del habla o del lenguaje.


FUENTES CONSULTADAS:

domingo, 10 de julio de 2022

LA VIDA TRAS UN ICTUS

El ictus es la segunda causa de muerte en todo el mundo y la primera causa de discapacidad. Unas 110.000 personas sufren un ictus en España cada año, de los cuales al menos un 15% fallecerán y, entre los supervivientes, en torno a un 30% se quedará en situación de dependencia funcional. En España el ictus es además la primera causa de mortalidad en las mujeres1.

El ictus se manifiesta en la vida de la persona de forma repentina, provocando una alteración brusca y masiva en el lenguaje y en la posibilidad de comunicación con el entorno.

Procede del latín ictus que significa golpe y se trata de una enfermedad cerebral de origen vascular que se presenta de un modo súbito produciendo en muchos casos, de forma inesperada, un cambio importante en la calidad de vida de los pacientes y ocasionando secuelas variables según el área afectada.

Existen dos tipos de ictus2:

  • Ictus isquémico: cuando el flujo sanguíneo se interrumpe por una  obstrucción (por ejemplo, por un trombo) en un vaso sanguíneo.
  • Ictus hemorrágico: cuando un vaso sanguíneo se rompe, causando un sangrado dentro del cerebro.

En todo el mundo, alrededor de 80 millones de personas sufren algún tipo de discapacidad por haber padecido un ictus1. Aunque presenta una mayor incidencia en personas mayores, por encima de 60 años, en los últimos años el número de casos en personas jóvenes ha ido en aumento.



LA VIDA DESPUÉS DEL ICTUS

El ictus causa en toda la familia una gran desestabilización y un impacto emocionalmente intenso ya que la persona afectada pasa de un estado de cotidianeidad en su hogar, trabajo,… a estar ingresado en un hospital.

El paciente tras recibir el alta hospitalaria comienza su rehabilitación, generalmente con un equipo de profesionales entre los que se encuentra la/el logopeda y todos persiguen el mismo fin, conseguir su máxima recuperación funcional.

La vida tras un ictus es un nuevo comienzo para la persona afectada y su familia, una adaptación a la actual realidad y una aceptación de las frecuentes secuelas físicas, comunicativas, cognitivas y psicológicas.

Estas secuelas son las que condicionan el tiempo de rehabilitación en cada caso hasta que alcance su mayor capacidad funcional o reincorporación laboral, como así también, los profesionales implicados en el proceso de recuperación (Terapia Ocupacional, Logopedia, Fisioterapia, Psicología,…).


LAS SECUELAS DEL ICTUS:

Las personas que sufren un ictus tienen una alta probabilidad de presentar AFASIA. La afasia constituye un trastorno adquirido del lenguaje como consecuencia de una lesión en las áreas cerebrales que controlan su emisión y compresión (lenguaje expresivo y receptivo).

También, la persona con afasia puede tener dificultades para la lectura (alexia), la escritura (agrafía), la mímica, comprender el lenguaje y expresarse con su familia.

La gravedad de la afasia es variable, desde una imposibilidad total para la comunicación hasta una alteración leve de la misma. La mejoría en el lenguaje depende de varios factores como son la extensión de la lesión, la edad, el nivel intelectual, el estado general y la colaboración del paciente, la motivación hacia la rehabilitación, el apoyo familiar, la rehabilitación logopédica y la rapidez con la que es intervenido el paciente.

La tarea del logopeda consiste en diseñar e implementar un programa de rehabilitación adaptado al déficit específico de la persona con afasia y al contexto social en el que ésta se desenvuelve.

Estos trastornos adquiridos del lenguaje no suelen presentarse aislados, sino que lo hacen asociados, predominando en unos casos los problemas de comprensión y en otros los de expresión.

La DISARTRIA es otra de las secuelas en el habla generadas como consecuencia del ictus y se diferencia de la afasia porque no hay un déficit específico del lenguaje sino del habla. La disartria debe ser abordada desde distintas perspectivas, el paciente, la familia y la/el logopeda deben implicarse de forma activa para perseguir el mismo objetivo: lograr una comunicación lo más efectiva posible.

La intervención del logopeda en la disartria se dirige a la mejora de las dificultades que pueda presentar el paciente en la respiración, fonación, articulación, resonancia y prosodia.

A veces, tras un ictus, se presenta un deterioro cognitivo (disminución de la memoria, la atención, la orientación, dificultades en la planificación y organización en las tareas). Otra posible secuela del daño cerebral son las dificultades para tragar, un trastorno de la deglución que se denomina DISFAGIA

En los trastornos del habla y lenguaje tras un ictus se trabaja de forma multidisciplinaria porque la afasia tiene una marcada tendencia a recuperarse con la intervención adecuada.

Nuestro objetivo siempre será mejorar la calidad de vida de las personas con afasia y de su familia, abogando por una pronta reinserción socio-laboral.

Por todo ello, es imprescindible informar y sensibilizar a la población sobre la importancia de mejorar la prevención de los accidentes cerebrovasculares en todas las edades.

En la actualidad, los ictus están aumentando también en gente joven y no solo en la población de la tercera edad ya que cualquier persona puede sufrir un ictus, por tanto, la educación en hábitos saludables desde la infancia es fundamental.



¿CÓMO PREVENIR EL ICTUS?

Las medidas cerebro-saludables son la clave para evitar su aparición.

Más del 80% de los ictus se podrían evitar con medidas como dejar de fumar, limitar el consumo del alcohol, realizar ejercicio de forma regular, seguir una dieta mediterránea, evitar el sobrepeso y el estrés crónico y controlando adecuadamente la tensión arterial, el azúcar y el colesterol1.

Factores de riesgo modificables:

  • Hipertensión arterial.
  • Enfermedades cardíacas.
  • Nivel elevado de grasa en la sangre.
  • Estilo de vida sedentario.
  • Obesidad.

El mejor tratamiento es la prevención:

El ictus es una enfermedad tiempo-dependiente, es decir, cuanto más temprana sea su detección, el acceso a las pruebas y al tratamiento, mayor será la probabilidad de sobrevivir a esta enfermedad y mayor también la de superarlo sin secuelas importantes1.

Es por ello que la identificación precoz de los síntomas de alarma es vital para activar el Código Ictus.


¿CUÁLES SON LOS SÍNTOMAS?

Es importante señalar que los síntomas del ictus generalmente se producen de forma brusca e inesperada. Algunos de los síntomas más comunes se describen a continuación2:

  • Pérdida brusca de movimiento o debilidad del brazo, la pierna o la cara, especialmente cuando se produce en un lado del cuerpo.
  • Problemas repentinos de visión, en uno o en ambos ojos.
  • Dolor de cabeza repentino, sin causa conocida.
  • Dificultad en el habla: balbuceo, incapacidad para encontrar las palabras adecuadas o no ser capaz de comprender lo que otras personas dicen.
  • Problemas repentinos al caminar o pérdida del equilibrio o de la coordinación.
  • Sensación brusca de acorchamiento u hormigueo en la cara, el brazo y/o la pierna de un lado del cuerpo.


PARA RECORDAR:

El ictus es una enfermedad que sigue siendo uno de los principales generadores de dependencia y mortalidad en nuestra sociedad. Se trata de una enfermedad neurológica que se produce cuando el flujo sanguíneo del cerebro se interrumpe. Provoca en la persona un daño cerebral sobrevenido cuya gravedad será variable en cada caso, al igual que el pronóstico.

La vida tras un ictus es un re-aprendizaje de aquellas funciones que se han visto afectadas por la lesión cerebral y que son indispensables para la persona en su vida diaria: la marcha, el lenguaje, la deglución, etc.

Un 25% de la población está en riesgo de sufrir un ictus a lo largo de su vida. En los próximos 20 años aumentará un 40% el número de casos. Se estima que en España, dos de cada tres personas que sobreviven a un ictus presentan algún tipo de secuela, en muchos casos discapacitantes. Además de la pérdida de fuerza, son muy comunes otras como la depresión, los problemas de memoria, la afasia (problemas en el habla, la comprensión, la lectura y la escritura que afecta a un tercio de los supervivientes de un ictus) y la espasticidad1.

La afasia al limitar la capacidad de comunicación genera un impacto negativo en la calidad de vida de la persona que la padece y afecta de forma proporcional al núcleo familiar.

La/el logopeda colegiado es el profesional sanitario que se encarga de valorar y rehabilitar las alteraciones del habla y lenguaje que se producen tras un ictus.

La misión del equipo rehabilitador en su conjunto será el abordaje de las secuelas que presente el paciente mediante un plan terapéutico individualizado y encaminado a reintegrar a la persona en la sociedad lo antes posible, incluyendo a familiares y cuidadores en todo el proceso.


REFERENCIAS:

  1. Sociedad Española de Neurología. Sala de prensa. Notas y Comunicados de prensa. Disponibles en formato PDF. 28 de octubre de 2021: Día Mundial del Ictushttps://www.sen.es/sala-de-prensa/145-sala-de-prensa/1209-notas-y-comunicados-de-prensa
  2. Consejos y cuidados tras un ictus. Información para pacientes y familiares, disponible en formato PDF: https://portal.guiasalud.es/material-pacientes/ictus/


RECURSOS PARA PACIENTES Y PROFESIONALES:

Sociedad Española de Neurología (SEN) https://www.sen.es/

Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral (CEADAC) https://ceadac.imserso.es/ceadac_01/index.htm

Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE) https://fedace.org/

GUÍA SALUD: organismo del Sistema Nacional de Salud. https://portal.guiasalud.es/

SOMOS PACIENTES: la comunidad de asociaciones de pacientes. https://www.somospacientes.com/

Organización Mundial del Ictus (WSO) https://www.world-stroke.org/

SiiDON: Servicio de información integral de la Discapacidad de Origen Neurológico, iniciativa del Institut Guttmann. Fichas informativas disponibles en: https://siidon.guttmann.com/es/siidon/fichas-educativas/neuropsicologia

Guía para el manejo de la afasia. Pautas para personas con problemas de comunicación. Disponible en formato PDF: https://dañocerebral.es/publicacion/objetivos-en-la-rehabilitacion-de-las-afasias/

Guía para el manejo de la disartria. Pautas para personas con problemas en el habla. Disponible en formato PDF: https://dañocerebral.es/publicacion/guia-con-consejos-practicos-para-personas-con-disartria-y-sus-cuidadores/

Terapia online para afasias gratuita: http://www.aphasiatherapyonline.com/es/main.html

Estimulación cognitiva para mayores. Descarga gratis de ejercicios cognitivos para mantener la mente activa. https://www.ecognitiva.com/

martes, 1 de septiembre de 2015

LA DISFAGIA (Parte V): “DISFAGIA NEUROGÉNICA”

Introducción:

Existe una gran variedad de enfermedades neurológicas donde pueden verse afectadas las estructuras neurales que controlan y dirigen los complicados mecanismos de la deglución orofaríngea, produciendo en el sujeto una disfagia neurogénica1. Por este motivo, en el presente artículo se analizará y describirá con carácter general la disfagia neurogénica, con especial atención a los trastornos deglutorios de las personas que han sufrido una enfermedad vasculocerebral.

Concepto:

La disfagia de origen neurológico, también llamada neurógena, neurológica o neurogénica, es la dificultad para deglutir como consecuencia de una enfermedad neurológica. Esta enfermedad neurológica puede manifestarse de dos formas.

En primer lugar, como el resultado de una enfermedad de inicio agudo (p. ej.: TCE, ictus,...), de aparición rápida, clínica muy acusada, que incluso puede poner en peligro la vida del paciente en ocasiones, pero que también tiene posibilidades de recuperarse, sino completamente, sí al menos en parte.

En segundo lugar, una presentación crónica (p. ej.: enfermedad de Alzheimer, Parkinson,...), de inicio lento, paulatino, con clínica de poca intensidad al inicio que poco a poco se hace mayor, frecuentemente asociada al envejecimiento (aunque no siempre), y con tendencia al deterioro progresivo a pesar del correcto tratamiento.

Sin embargo, las enfermedades neurológicas muchas veces no producen una única sintomatología y, en este contexto, la disfagia a veces puede ser un síntoma sutil, menor, acompañando a otros de mayor calado.
En otras, puede tratarse de uno de los síntomas principales e incluso ser el síntoma inicial que nos lleve a investigar una enfermedad del sistema nervioso (Bascuñana A.H., 1998)2.

Etiología y prevalencia:

Las causas que generan la dificultad para deglutir tienen su origen en lesiones o enfermedades neurológicas, alguna de la cuales se enumeran en la Tabla I. Estas enfermedades van a producir una alteración de la fisiología deglutoria a nivel oral, de la faringe o del esófago en forma aislada o combinada, dificultando el paso del bolo alimentario desde la boca al estómago.

La prevalencia de las alteraciones de la motilidad oral y faríngea en pacientes con enfermedades neurológicas, neurodegenerativas y asociadas al proceso de envejecimiento es muy elevada y poco conocida.

Ortíz Bellver y Clavé Civit (2011) afirman que la disfagia orofaríngea funcional afecta a más del 30% de los pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular; al 52-82% con Parkinson; al 60% de pacientes con esclerosis lateral amiotrófica; al 40% de pacientes con miastenia gravis; al 44% de pacientes con esclerosis múltiple, y hasta al 84% de los pacientes con enfermedad de Alzheimer.
También señalan que la disfagia es un síndrome geriátrico con una prevalencia del 56-78% en los ancianos institucionalizados, y hasta del 44% en los ancianos ingresados en un hospital general3.

 Tabla I. Enfermedades neurológicas que causan disfagia 

Accidente cerebrovascular (ACV)

Traumatismo craneoencefálico (TCE)

Enfermedad de Alzheimer y otras demencias

Enfermedad de Parkinson (EP)

Esclerosis lateral amiotrófica (ELA)

Esclerosis múltiple (EM)

Parálisis cerebral infantil (PCI)

Enfermedades infecciosas

Neoplasias y otras alteraciones estructurales

Modificado de Bascuñana A.H. Rehabilitación (Madr) 1998; 32:331-3364.

Sintomatología:

Aunque los síntomas y complicaciones que se derivan de una disfagia neurológica pueden afectar a todas las fases de la deglución (oral, faríngea y esofágica), la que predomina es la disfagia orofaríngea con sus síntomas característicos de dificultad en la masticación, regurgitación nasal, babeo, trastornos en la expulsión de secreciones, alteraciones de la voz y/o tos durante y después de la comida, sofocos cuando se come o sensación de alimento pegado a la garganta2,4.

Cuando la disfagia de origen neurológico se va estableciendo de forma progresiva puede pasar inadvertida, no solo para el paciente sino también para el núcleo familiar y los cuidadores.

Las modificaciones en la alimentación que el individuo suele realizar de forma compensatoria (inconsciente) para minimizar los síntomas de disfagia pueden ser: tiempo de comidas prolongado, cortar los sólidos en trozos más pequeños, favorecer la deglución bebiendo líquidos, aumento de los impactos masticatorios, varias degluciones para un bocado, cambios posturales durante la comida (extensiones de cabeza, giros,…), tos y/o carraspeo para aclarar los residuos de la garganta, descansar entre cada bocado deglutido, preferencia por los alimentos blandos, dificultades para terminar el plato de comida, etc.

Además, debe contemplarse que un gran número de los pacientes con lesiones o enfermedades neurológicas pertenecen al grupo de mayores de 60 años, con lo cual existe un efecto añadido de los cambios producidos en la deglución por el proceso normal de envejecimiento2.

Por último, hay que tener en cuenta que los trastornos de la motilidad orofaríngea pueden dar lugar a dos grupos de graves complicaciones clínicas: 1) hasta el 25-75% de los pacientes con disfagia presentan desnutrición y/o deshidratación; y 2) el 30-50% presentan aspiración traqueobronquial, que conduce a una neumonía en el 50% de casos, con una mortalidad asociada de hasta el 50%1.

Diagnóstico y tratamiento:

El estudio del paciente con disfagia neurogénica tiene por objetivo valorar la capacidad de transporte de la deglución (eficacia), la posibilidad de que se produzcan aspiraciones a la vía aérea (seguridad) y determinar el origen de los síntomas que presenta el afectado3. En esta valoración se suelen emplear inicialmente métodos clínicos de detección precoz (screening) y, posteriormente, exploraciones complementarias específicas que permiten identificar la causa que ocasiona la disfagia.

Varios autores coinciden en que el método de screening más utilizado es la evaluación clínica en la cabecera del paciente hospitalizado (bedside). Este método de cribado consiste en la revisión de la historia clínica, la evaluación anatómica de la mecánica orofaríngea, la valoración motora de las estructuras de la cavidad oral, faringe y laringe, así como una evaluación del lenguaje y del comportamiento, teniendo en cuenta el estado de vigilia del paciente, su habilidad para responder – ejecutar órdenes y su capacidad de control de conducta2.

También, la exploración clínica de la deglución durante el ingreso hospitalario se realiza mediante la ingesta de bolos de 5-20 ml y diferentes viscosidades (20-4.000 mPa.s), método que permite identificar los signos que afectan a la eficacia de la deglución (sello labial, residuos orales y faríngeos,…) y los signos que afectan a la seguridad de la deglución (tos relacionada con la deglución, voz húmeda o áfona,…)3.

Dentro de los métodos diagnósticos complementarios la videofluoroscopia (VFS) es en la actualidad el estudio de referencia y, además, está considerada como el «patrón de oro» para valorar la deglución patológica de origen funcional. La VFS es una técnica radiológica dinámica que permite identificar las principales alteraciones de la deglución en forma de signos videofluoroscópicos1.

Los pacientes con disfagia neurogénica pueden ser valorados y tratados correctamente si se reconoce la disfunción deglutoria en forma previa a la aparición de complicaciones como la neumonía por aspiración. Por esta razón, el diagnóstico y el tratamiento de esta patología requiere un enfoque multidisciplinar con participación de profesionales de la logopedia, nutricionistas, gastroenterólogos, cirujanos digestivos, radiólogos, otorrinolaringólogos, etc1.

La participación temprana del logopeda en el proceso de rehabilitación puede contribuir acelerando la recuperación del paciente y, por lo tanto, reduciendo la estadía hospitalaria. Entre las estrategias terapéuticas normalmente empleadas, se incluye una terapia específica de la deglución realizada idealmente por logopedas en las unidades de disfagia o swallowing centersCuando no es posible esta situación idónea y la terapia es efectuada en otro espacio físico (ej: consulta externa), el profesional de la logopedia debiera mantener un contacto fluido con los integrantes del equipo de trabajo, con el propósito de diseñar un plan de intervención personalizado y ajustado a las necesidades individuales.

LA DISFAGIA POST-ACV:

Los trastornos deglutorios son un síntoma frecuente del ACV y, aunque no existen datos estadísticos totalmente fiables sobre la incidencia de la disfagia neurogénica, se estima que el ACV es la causa más común4. Como resultado del accidente cerebrovascular los pacientes suelen manifestar una variedad de síntomas y signos clínicos indicadores de disfagia (Tabla II), los que se correlacionan asiduamente con la región afectada.

Parece ser que la localización del ACV determina los síntomas y la severidad de la disfagia en cada caso. Así, cuando el ACV se produce en el hemisferio dominante (generalmente el izquierdo) suele alterar la fase oral de la deglución y generar disfasia. Se estima en cambio, que los ACV de hemisferio derecho afectan la fase faríngea de la deglución y provocan aspiraciones4.

En estas circunstancias, los pacientes con riesgo o sospecha de disfagia orofaríngea deberán ser evaluados mediante los métodos clínicos y/o las exploraciones complementarias antes citadas, con el objetivo de evitar complicaciones respiratorias. Si los estudios específicos confirman que la alimentación oral es demasiado arriesgada, el paciente será tratado con una terapia de deglución encaminada a reducir o eliminar la sintomatología que presente.

La disfagia en el contexto de esta enfermedad neurológica aumenta el riesgo de padecer una aspiración silente, la que puede asociarse a neumonía como se explicó anteriormente. Estas aspiraciones silenciosas son asintomáticas (no se acompañan de tos ni de otras manifestaciones respiratorias); sin embargo, es conveniente aclarar que no todo paciente con disfagia neurogénica aspira. Evidentemente la posibilidad de padecer una aspiración silente estará vinculada a la gravedad del trastorno deglutorio, al estado pre-mórbido del paciente, entre otros factores personales.

La disfagia tras un ACV es la causa principal relacionada con las complicaciones respiratorias y la malnutrición4La deglución patológica tras el daño cerebral como venimos explicando, es una consecuencia directa del tipo de lesión, es decir, según sea isquémica o hemorrágica, de su amplitud y localización (ACV de tronco cerebral, hemisférico,…), disfunción que suele mejorar o remitir después de algunos días, semanas o incluso meses.

La disfagia no sólo perjudica sobremanera la calidad de vida de los pacientes con ACV, sino que también influye de forma decisiva en el pronóstico individual y según el grado de dificultad deglutoria. Estas personas tienen una mayor probabilidad de padecer pérdida de peso, desnutrición, deshidratación, broncoaspiración, neumonía y, por tanto, un incremento de la estancia hospitalaria.

De acuerdo con Bascuñana A.H. (1998), hay que considerar que aunque la mayoría de los pacientes con disfagia post-ACV mejoran de forma espontánea en días, semanas o meses, un tratamiento adecuado y personalizado puede acelerar el resultado4.

Desde el servicio de logopedia la actuación terapéutica estará dirigida hacia el logro de una deglución funcional. Expresado en otras palabras, la función de la/el logopeda colegiado será auxiliar al paciente con disfagia para que consiga tragar de forma eficaz y segura, evitando las típicas complicaciones a nivel respiratorio y nutricional. De igual modo, este profesional sanitario abordará de forma global los trastornos vinculados al área de la comunicación (habla, lenguaje receptivo y expresivo,...), los que en su conjunto dificultan y prolongan la terapia logopédica.

Éstas y otras secuelas son un producto directo del daño cerebral que están presentes en estos pacientes en grados variables, generando un inconveniente añadido al proceso de rehabilitación llevado a cabo por un equipo multidisciplinar como ya se ha señalado.

Por lo antes dicho, es imprescindible la identificación precoz de la disfagia post-ACV para facilitar un adecuado manejo diagnóstico y terapéutico que cubra las imperiosas necesidades de cada paciente en concreto.

Tabla II. Sintomatología que sugiere la presencia de disfagia en pacientes con ACV 

Apraxia deglutoria (dificultad, retraso o imposibilidad en iniciar la fase oral deglutoria)

Dificultad para finalizar la comida en un tiempo considerado razonable

Alteraciones en el sellado labial, babeo y pérdida del contenido oral

Aumento del tiempo necesario para la preparación oral del bolo

Drenaje de comida y/o líquido por la nariz

Dificultad para desencadenar el reflejo de la deglución

Disminución de la sensibilidad oral y del reflejo tusígeno

Tos después de la ingesta de los alimentos sólidos y/o de los líquidos

Elevación laríngea disminuida o ausente durante los intentos de deglución

Incapacidad para aclarar la cavidad oral después de cada bocado de comida

Incapacidad para deglutir una pequeña cantidad de comida o bebida en uno o dos intentos

Tabla modificada de Bascuñana A.H. Rehabilitación (Madr) 1998; 32:331-3364.

En la imagen que se expone a continuación (estudio videofluoroscópico) pueden observarse las diferencias de la respuesta motora orofaríngea en una persona sana y en un paciente con disfagia neurogénica que presenta una aspiración durante la ingesta de un bolo líquido.

A través de este ejemplo, se evidencian cuáles son las alteraciones (signos) responsables de la aspiración: la lentitud en el cierre del vestíbulo laríngeo y en la apertura del esfínter esofágico superior (EES). Cabe destacar que las penetraciones y aspiraciones son indicadores de alteración de la seguridad de la fase faríngea de la deglución.

Recordemos que la aspiración se produce cuando el material deglutido, en este caso contraste, atraviesa el nivel de las cuerdas vocales y pasa a la vía aérea (tráquea y bronquios).

RESPUESTA MOTORA OROFARÍNGEA

Configuración temporal de la respuesta motora orofaríngea durante la ingesta de un bolo de 5 ml de viscosidad líquida en un individuo sano (A) y en un paciente con disfagia neurógena que presenta una aspiración (B).
El paciente presenta un incremento en la duración total de la respuesta orofaríngea, un retardo en el cierre del vestíbulo laríngeo y de la apertura del EES. El punto blanco indica el momento de la penetración de contraste en el vestíbulo laríngeo y el punto lila indica el paso al árbol traqueobronquial (aspiración)3.
Imagen perteneciente a la Figura 1-3: Ortíz Bellver, Clavé Civit. Disfagia orofaríngea y trastornos motores esofágicos (2011)3.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
  1. Ruiz de León A, Clavé P. Videofluoroscopia y disfagia neurogénica. REV ESP ENFERM DIG (Madrid) 2007; 99(1): 3-6. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-01082007000100002
  2. Bascuñana Ambrós H. Diagnóstico de la disfagia neurológica. Rehabilitación (Madr). 1998;32:324-330. Accesible en: https://www.elsevier.es/es-revista-rehabilitacion-120-sumario-vol-32-num-5-X0048712098X02022
  3. Ortíz Bellver V, Clavé Civit P. Disfagia orofaríngea y trastornos motores esofágicos. Tratamiento de las enfermedades gastroenterológicas. 3ª Edición. Sección I. Esófago. Capítulo 1. Asociación Española de Gastroenterología (AEG) 2011. Disponible para su descarga en PDF: https://www.aegastro.es/libros-aeg/tratamiento-de-las-enfermedades-gastroenterologicas-3a-edicion/
  4. Bascuñana Ambrós H. Disfagia neurológica. Generalidades. Características en el accidente vascular cerebral, en el traumatismo craneoencefálico y en la parálisis cerebral infantil. Rehabilitación (Madr). 1998;32:331-336. Accesible en: https://www.elsevier.es/es-revista-rehabilitacion-120-sumario-vol-32-num-5-X0048712098X02022